Vuelta de espaldas y dormida
me buscaste entre las sábanas comunes
que dan vueltas por esos cielos pálidos
a que recuerda inevitablemente un ancha cama.
Y al encontarte al fin el cuerpo mío,
en vez de comprender que era tu triunfo,
y el camino
que se te abría como el día uno
abre a veces los meses,
despertaste confusa
pidiéndome perdón. Aún no he sabido
si me hablabas a mí, o era a mis sueños
por donde siempre bailas de puntillas.
PEDRO SALINAS
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